lunes, 20 de julio de 2015

La emoción de un dialogo perfecto






Ya ha pasado algún tiempo desde el concurso de equitación realizado en La Hípica y, un poco más, desde el concurso realizado en La Galinda.

Desde las primeras palabras cruzadas con mi profesor al respecto, sentí la necesidad de transmitir las emociones que sentía. Sin embargo, día a día se ha ido haciendo más complicado de expresar, tanto por la complejidad como por la cantidad de lo sentido.

Es impresionante la diferencia entre montar a caballo e ir a caballo. Para los que no me conozcan, por mi condición familiar llevo entre caballos desde muy pequeño, con plena disposición de los animales, para montarlos, cepillarlos o simplemente observarlos. 

Hace aproximadamente 5 meses que me subí a un caballo con pleno conocimiento de que quería aprender, y las horas transcurridas a lomos de los diferentes caballos que he montado han sido las más productivas que recuerdo. Entablando un dialogo real entre el animal y yo pidiendo las cosas casi por favor, premiando con cada punto favorable y siendo inflexible en cada momento de desacuerdo.

Aunque sean los menos, tiene que haber momentos menos agradables para que pueda haber momentos infinitos, y absolutamente todos los que recuerdo han sido por culpa mía. Por cabezota, por creer que se más de lo que se, o por exigirme más de lo que debí.

Recuerdo que el primer momento de relax desde que empecé realmente a montar a caballo fue la tarde del concurso en La Galinda. Fue un punto de inflexión, el típico momento en que miras atrás y te das cuenta de los avances realizados, el primer momento de descarga real, absoluta de tensión. 

Me doy cuenta de lo avanzado, y del abismo que me queda por avanzar. Pero, sobre todo, me doy cuenta de las ganas que tengo de andarlo, y de disfrutar andándolo.

Realmente es imposible agradecer el esfuerzo, de doma, trabajo con los caballos, clases personales de equitación, solución de problemas, etc. que he recibido de Ángel, mi hermano, mi amigo y mi profesor.

A los pocos días se vuelve a empezar a acumular tensión. Nunca negativa, es tensión por las ganas de volver a ver caballos de compañeros, nervios de concurso, caras de felicidad y resultado de esfuerzos. Hay que empezar a preparar el concurso de La Hípica. ¡El concurso de La Hípica! Un reto mucho mayor, esta vez es en casa y no me puedo defraudar a mí mismo.

De nuevo los días se suceden, las lecciones les siguen, el día señalado se acerca y las cuestiones de organización se agolpan y se solucionan al mismo tiempo. Y por fin, el día llega.

Volver a ver tantas caras conocidas me dibujó la sonrisa en la cara para todo el día. 


Es necesario que concurse pronto para irme al bar a ayudar por lo que empiezo a calentar. La adrenalina se dispara y los nervios aparecen. Pero nadie de todos los que hemos trabajado para el transcurso de ese día se merece que afloren.

Tras calentar entro en pista y de nuevo, para mí, se hace el silencio, es perfecto para nuestro diálogo. La prueba transcurre perfecta todo es tensión controlada mezcla de emociones y pensamientos. Ya ha merecido la pena.

Unas horas después, Alba López a mi derecha está dando saltos. Tiene el tercer premio y la ilusión desborda por todos los sitios, suena el nombre de Alejandra Nava, y después Miguel Águeda. 

Increíble. Ahora si las emociones no se controlan. No sé qué dije, qué hice, todo se agolpa en mi cabeza, mil recuerdos, mil gracias, mil momentos. En definitiva, solo me queda, dar las gracias.




No hay comentarios:

Publicar un comentario